jueves, 22 de diciembre de 2011

Informe desclasificado (12): Gran anotación final (primera parte).

Saludos a todos, buenos días y gracias por venir nuevamente -y por última vez- a este espacio personal tan pequeñito en mitad del macrocosmos que es Internet. Hoy vamos de despedidas. Por lo tanto, y de acuerdo con la temática de la asignatura, aquí presento "la última anotación del diario de campo". Pretende, de cualquier modo, combinar ese regusto a despedida que nos queda, con el humor que -creo- debe presidir nuestras vidas siempre, pase lo que pase.

La última página del cuadernillo del investigador nos sitúa en el día 21 de diciembre de 2011 -ayer, claro-. Había un 50% de probabilidades de que lloviese ("parcialmente despejado, con posibilidad de lluvias"), pero el sol brillaba bien fuerte y rozábamos la media del mes en temperatura -esto es, unos 18 grados-. Vamos, que hacía un calor tan intenso que las farolas corrían tras los perros para que ... Bueno, ya me entendéis. Cargado con mi macuto -en el que, por cierto, faltaba el "tupper" con el embutido que había comprado horas antes-, me bajé del autobús y me encaminé hacia nuestro aulario. Al que llaman, por si no lo sabéis, Guantánamo. Caminito y p'alante, p'alante... Tenía la esperanza de llegar sin derretirme por el camino. ¡Largo me lo fiáis, Don Juan! Sí, pero valiente como buen militar -y con el Himno de la Infantería en los auriculares-, conseguí llegar a pesar de los peligros del camino: el camión que no se para en el paso de peatones, la abuela que se pone en mitad de la acera mientras camina a velocidad de paseo tortuguil y no te deja pasar, el típico tonto que está fumando y echa la mano -con cigarrillo incluido- hacia atrás sin mirar... En fin, un abanico de grotescos avatares que aguardan en cada esquina.

Una vez en clase -qué trabajito me costó no quedarme dormido mientras esperaba a que diesen las tres de la tarde-, comprobé que la moda ese día eran los dulces. Iba a haberlos por todas partes. Por otro lado, es lógico que así sea, pues Navidad no es tiempo de biquinis y camisetas interiores para la playa, sino de comida que engorda,Y MUCHO, además. Yo iba en mangas de camisa, y con más calor que si me estuvieran planchando la ropa encima del cuerpo. Fue entonces cuando llegó el primer profesor: Enrique.


Parecía algo aburridillo, pero es mentira. Siempre guarda, bajo esa apariencia de difuso, una respuesta para lo que necesites saber, de modo que el interior está funcionando a pesar de no aparentarlo. Quizás es un modelo inusual de docente, pero al menos no notas el agobio de las infinitas tareas que ponen otros profesores. Ah, por cierto, lo que se ve azul, al pie de la foto, es mi macuto. Imaginad, a ojo de buen cubero, qué tamaño tenía la dichosa maletita, y cuánto pesaba. La cuestión central, como decía, es que Enrique estuvo haciendo tiempo con nosotros -mientras le asaeteábamos con preguntas sobre lo que nos vamos a encontrar en el instituto-, mientras esperábamos a Esther. Debo decir que, tras escuchar las respuestas de Enrique, me queda clara sólo una cosa: que los institutos son diferentes entre sí. Un momento, un momento. Eso suena a "las verdades de Perogrullo, que a las manos las llamaba puños". Bueno, pero la cosa es que es axiomático. Es así, porque es así. Que la Gran Madre nos proteja...

Un rato después llegó la "artista invitada": Esther. Con su botella de anís procedente de Estepa -¿se la compraría al ruso del chiste de Eugenio?-, se presentó con una doble intención: explicar brevemente lo que es un examen vía plataforma virtual, y unirse a la fiesta. Se oyó un leve murmullo, con el interrogante de "¿Nos pone un examen y quiere comerse nuestros dulces? Bueno, sólo porque ha sido apañada, la dejamos..." . Yo, como alumno procedente del Bachiller de Ciencias, me quedé como la E elevado a X cuando la integras: se queda igual. Más que nada, porque es el quinto examen de estas características que hago en mi vida.

Tras esto, llegaron el alcohol y el desenfreno. Madre mía, cómo corría el azúcar por allí. Dulces, dulces, dulces... Y ese anís que bajaba con el cuchillo del fakir ahí, "to atravesao". Momento cumbre: la foto "de familia" (de aproximadamente un 50% del total). Todos con el vasito de anisete, y la carita de "qué bien lo vamos a pasar, pero el anís no llega a la hora de Javier".


Lola Alcántara, siguiente artista invitada, se encontró con el ambientazo fiestero que habíamos montado: comilona, bebidorra, y persianas cerraditas para que se pudiera ver bien el proyector. ¡Un guateque privadísimo! Hasta que se derritió el hielo de la cerveza, y hubo que pedir una fregona para secarlo. Se descubrió el pastel, pero con la tontería de que nos arreglasen el audio, y de que nos diesen la fregona, hasta el conserje se unió a nosotros. Qué grande, qué grande. Por un lado, Esther y Lola en su salsa; por otro lado, Enrique disfrutando del momento; nosotros por allí pululando, comiendo y bebiendo... 

Intentamos llamar a Javier -el último profesor del día- para que abandonase su despacho y la más que probable situación ostracista allí. Pero no respondía al teléfono, y no sabían -en la conserjería de Educación- qué número tenía de móvil. Nuestro gozo en un pozo. Pero bueno, ya vendría. Aunque no sabíamos si llegaría a beber anís, porque estaba triunfando como el Agua Lanjarón, que agranda el corazón. O como el Agua Bezoya, que agranda la... En fin, que eso, que el anís iba bajando de nivel más deprisa que la popularidad de Zapatero. Pero Javier llegó. Vaya que si llegó: nos hizo rellenar una brevísima encuesta, donde quería saber lo que pensábamos de la asignatura. Y todos con cara de niños buenos -y niñas, claro, no sea que Lola me corra a gorrazos-, respondiendo de acuerdo a lo que se esperaba de nosotros. ¿O no? Muajajaja (*risa malvada*). La fiesta se terminó al caer la tarde. Con el crepúsculo -pero no de los ídolos-, se acabó nuestro festival. Y una vez en la calle, se decidió ir proponiendo "quedadas" para vernos a menudo, charlar e ir concretando "metas a corto plazo" -expresión de nuestra atractiva psicóloga, Silvia-. Con sabor agridulce nos despedimos ayer tarde, jurando -como dice Rolling Teachers- que volveremos... Después de Navidad, claro. 

Y como esto es igual que la Liga de fútbol, donde hay un campeón de invierno en fechas navideñas, hemos llegado al primer tercio del curso. A partir de aquí, aunque muy cerca unos de otros, nos van a separar, y de ahí surge el sentimiento de pseudo despedida. Por mi parte, en esta última anotación del blog, quiero hacer una valoración personal del grupo, en conjunto e individualmente (atención, coged pañuelitos, que empieza el sentimentalismo).

... Hacer un máster no fue una decisión repentina. Era uno de los proyectos que tenía en mente desde 2007, de modo que al final me puse a ello. Con la sorpresa, para BIEN, de que el grupo que me tocó era poco menos que GENIAL. Gente muy apañada, con muy buen ambiente, y sobre todo MADURA -mentalmente, que sé que los jovencillos se picarán pronto-. Las tareas, exposiciones y trabajos que hemos ido haciendo entre todos me han demostrado, sin lugar a dudas, que hay personas increíbles de las que se puede aprender incluso más -aunque no sean profesores- que con los libros delante. Por ello, os aplaudo a todos, sin excepción.

... Los profesores, cuestión inevitable, han sido "el número premiado de la Lotería de Navidad". Nos ha tocado el Gordo con ellos. Amables, profesionales -alguno un poco difuso, pero igual de majo-, y sobre todo apañados. Nada de cargarnos con tareas excesivas -he dicho excesivas, porque tareas sí que llevamos, sí-. Así que, viendo lo que hay en otras especialidades, podemos alabar a la Gran Madre por su bondad.

... Y, ahora sí, los compañeros. Sé que todos sois personas increíbles. Procedéis de ramas diferentes, con pensamientos y formas de ser muy distintas. Y, a pesar de eso, habéis conseguido formar un grupo cohesionado y fantástico. Uno por uno, sería muy difícil alabaros a todos, de modo que espero que me perdonéis si menciono sólo a unos pocos. Pero que conste, y quiero dejarlo bien claro, que ellos son la punta del iceberg: bajo su cúspide, hay todo un entramado de personas asombrosas. Dejad, pues, que me centre primero en los que estarán en un aula diferente:

... Rocío, nuestra querida "doctora Ferre". Nutricionista, dietista, filósofa, psicóloga... y hasta jardinera si se lo propone. Nada le viene grande. Y aquí todOs me daréis la razón: a su completísima formación, su carácter y su simpatía, hay que añadirle una preciosa sonrisa y una mirada que embruja. Es una excelente compañera de clase, de trabajo, y una buena amiga. Si aún no habéis entablado mucha relación con ella, os recomiendo que lo hagáis YA.

... Cristóbal, nuestro "montañero educativo". Un conglomerado de conocimientos médicos, jurídicos, y quién sabe si hasta de ingeniería. Todo es poco, para quien sube a la montaña del conocimiento a diario, en un intenso afán de superación y de aprendizaje. Derrocha simpatía, y transmite un aura de vivacidad impresionante. Cómo no, también os recomiendo que os arriméis a él, si no lo habéis hecho aún.

... Lourdes, con quien -por desgracia para mí- he entablado relación casi al final. Muy profesional -se ve, se intuye-, muy diligente, muy agradable. Llama la atención, pero no para mal, sino todo lo contrario. Trabaja, viene y va, y casi siempre la verás con una sonrisa en los labios. Altamente recomendable, como todos.

... Mónica y Marina, las amigas inseparables. De procedencias y formas de ser muy diferentes. Y, no obstante, ambas esgrimen una cercanía y una amabilidad que te invita a trabajar y compartir con ellas muchas cosas. Cuántos ratitos, antes de clase, hemos charlado Marina y yo en las mesas de la planta baja sobre dibujo, libros, y cosas muy variadas. Me voy con la espinita de no haber charlado más tranquilamente con Mónica, pero todo tiene solución.

... Y por último, mi compi Ana. Hemos trabajado juntos en todas las tareas grupales que han ido surgiendo, y en todas ha demostrado que, pese a ser muy joven, sabe qué y cómo hay que hacer. Trabajad con ella si os ponéis en grupo, os lo digo muy en serio.

... Añadiré también que Antonio, Alfonso y -el otro- Cristóbal, aunque encerrados en aquel lateral de la clase -¡y con un blog por ahí que desaparece!-, también son personas a las que merece la pena conocer. Uno por profesional, otro por laborioso, y otro por simpatiquísimo. O quizás los tres, por las tres cosas. ¿Me equivoco...?

[Fin de la primera parte...]

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